Desde que Miguel Ángel golpeara con un martillo a su Moisés, diciéndole: "¡Habla!", -PENSANDO, TAL VEZ, QUE HABLAR ERA LA CUMBRE DE LA PERFECCIÓN-;
hasta Luria que siglos más tarde afirmara que "Hablar es un milagro", -PENSANDO, SEGURAMENTE, QUE SÓLO DIOS PUEDE CONCEDER EL DON DE LA PALABRA-;
se ha venido reconociendo la importancia del lenguaje.
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El lenguaje junto con la libertad es el mayor de los dones.
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Gracias a poder hablar compartimos:
-pensamientos.
-necesidades.
-experiencias.
-conocimientos.
-creencias.
Hacemos observaciones, preguntas...
Trasmitimos valores y conductas...
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Por eso cuando existe un trastorno del lenguaje, afloran problemas en todas las áreas de la vida:
-en el desarrollo social.
-en el rendimiento escolar.
-en las relaciones personales.
-en las oportunidades de trabajo.
Y, lo que considero más penoso: se pierde la confianza en uno mismo.
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Ésto ha dado lugar a estudios e investigaciones, que iremos comentando a medida que surjan.
Ésto nos hará ver la importancia, la necesidad y la belleza de nuestro trabajo.
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Por eso, Mª José, me alegró tu correo comentándome el caso del niño que estás tratando con el S. de Landau Kleffner, que, si me lo permites, estudiaremos junt@s en el próximo capítulo.
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