lunes, 27 de agosto de 2012

LO GRIS IMPORTA.-capítulo III

David Snowdon había avanzado en sus investigaciones, tenía algunas conclusiones y gran número de datos; era el momento de compartir su estudio.
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"Cuando envié los datos sobre Mankato a un congreso científico importante, el encuentro anual de la Sociedad Americana de Gerontología de 1988, los organizadores me ofrecieron espacio para un póster. Como la mayoría de los jóvenes investigadores, agradecí lo que equivalía a una mención honorífica y partí de buen grado a San Francisco".
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Allí conoció a Jim Montimer, director de investigación en geriatría de un centro médico de Minneapolis que se unió al proyecto.
Jim Montimer venía trabajando en su hipótesis sobre la "reserva cerebral", según la cual un cerebro puede adquirir una mayor o menor "reserva" según el modo en que se desarrolle desde su infancia y aún antes. Esta reserva significa que el cerebro tiene la capacidad de establecer más conexiones nerviosas nuevas que puedan compensar daños o lesiones sufridos por el mismo. Es más, las actividades que requieren esfuerzo intelectual no sólo refuerzan las sinapsis de las neuronas y crean asimismo nuevas sinapsis, si no que además estimulan la formación de nuevas neuronas en las zonas cerebrales responsables de la memoria y el aprendizaje. De esta manera, el ejercicio intelectual estimula el desarrollo del cerebro de manera que se puedan compensar los cambios patológicos que producen enfermedades como el Alzheimer.
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"A Mortimer le interesaba sobre todo la hipótesis de la reserva cerebral que estaba directamente relacionada con mi trabajo con las hermanas. La idea de la reserva cerebral sugiere que el nivel de discapacidad que padecen los enfermos de Alzheimer no refleja sólo las lesiones que ha producido la enfermedad; un cerebro más sólido tiene una reserva mayor y tal vez los síntomas no aparezcan, aunque la enfermedad de Alzheimer haya causado lesiones importantes en el cerebro..."
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Fue a Mortimer quien sugirió que si se pudiera hacer la autopsia de las mujeres del estudio se tendría la posibilidad de conocer muchos de los misterios de la enfermedad de Alzheimer. Se planteó la posibilidad de proponer a las monjas que tras su muerte donasen sus cerebros.
A pesar de lo delicado y duro que suponía realizar la petición, la respuesta de las mujeres fue positiva: 678 de las 1027 aceptaron donar sus cerebros: "Nuestra congregación se fundó para trabajar con los pobres y los desamparados. ¿Quién está más desamparado que el que padece la enfermedad de Alzheimer?" -hermana Rita Shwalbe-.
El doctor D.S. comentó: "Han dedicado sus vidas a ayudar a los demás, son más altruistas que la media". 
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El cerebro no es como los otros órganos; contiene nuestra identidad. Está cargado de significado personal, emocional y espiritual. 
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"Al aceptar las hermanas ofrecernos sus informes históricos, participar de forma regular en evaluaciones mentales y físicas, y donar sus cerebros para las autopsias, tendríamos los ingredientes para uno de los estudios más consistente del mundo sobre el Alzheimer". 
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