jueves, 17 de diciembre de 2020

TODO PUEDE CAMBIAR EN UN MOMENTO:

-El martes me caí de la forma más tonta al resbalar en mi casa. Me di en la esquina de una puerta y me hice una herida en la cabeza.., fui a urgencias y todo se arregló, podía haber sido peor me dijeron pero tuve suerte; ahora a esperar que cicatrice. No me dolió ni cuando me pusieron unas grapas. O soy especialmente valiente o tengo el umbral del dolor muy bajo o muy alto (pienso que es esto último).




-Duelen más otras heridas.

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Tengo en mis manos el libro: CONTEMPLACIONES DE PAPEL, de J. M. Rodríguez Olaizola.

"¿Quién no tiene heridas en la vida?. Quizá los muy niños. Los demás nos hemos estrellado algunas veces. Cada historia va cargándose de episodios hermosos y otros más dolorosos. Cada memoria atesora momentos imborrables pero también otros que muerden con saña, que despiertan nostalgias, temores o incertidumbres.

Los motivos son tan diversos que intentar enumerarlos sería eterno... Sufrimos por las carencias, por los abandonos, por las traiciones. Sufrimos por el silencio de aquellos de quienes esperamos una respuesta. Nos golpea a veces la enfermedad, en nuestro propio cuerpo o en el de alguien cercano. Y entonces la amenaza de la pérdida se vuelve una presencia maligna que nos angustia y nos consume. O es el propio dolor el que nos atrapa con mano firme. El rechazo, el desamor, la incomprensión, la soledad... Te duelen tus gentes, sus herida, sus fracasos, sus equivocaciones y sus lágrimas.

Uno querría vencer sus miedos o sus fantasmas, querría sentir más, querría salir de la prisión que pueden ser las propias incertidumbres.

Así podríamos seguir desgranando las múltiples llagas que van rompiéndonos un poco. Es parte de la vida, supongo. El aceptar que hay ocasiones en que se te tuerce el horizonte, en que los días pesan un poco más, y los motivos sobre los que habitualmente se sostiene tu actividad parecen menos diáfanos.

Sería maravilloso decir que todos somos perfectamente equilibrados y sabemos acoger las alegrías y sobrellevar las penas con dignidad, que aprendemos de los golpes y que salimos de ellos más fortalecidos. Sería maravilloso, pero no es verdad. La verdad es que las heridas no siempre se curan. A menudo se cierran en falso, y a veces siguen supurando durante más tiempo del que sería normal. Nos pesan los recuerdos hirientes, y se llaman rencor, o nostalgia, o angustia. Y aunque hay quien dice que el tiempo lo cura todo..." eso tampoco es verdad (esto último lo digo yo).

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Pilar, te prometo que escribiré más, ahora que estaré unos días invitada y no tendré que preocuparme de las cosas de casa. 

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