Elejía a Ramón Sijé de Miguel Hernández.
(en Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercoleas,
compañero del alma, tan temprano.
*
Alimentando lluvias, caracoles
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
*
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
*
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
*
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
*
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
*
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
*
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta.
*
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
*
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
*
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de de las rejas
de los enamorados labradores.
*
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
*
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
*
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiebro,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
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Ramón Sijé: escritor, periodista y abogado murió muy joven en la Nochebuena de 1935. Miguel Hernández le dedica esta elegía llena de dolor y amargura.
Según testimonio del hermano del poeta, Sijé y Hernández habían hecho un pacto: si uno de los dos moría, el otro enterraría su cuerpo. Cuando Hernández llegó a Orihuela tras enterarse de la muerte de su amigo, este ya había sido enterrado...
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AMISTAD, que extraordinario sentimiento. Pero qué difícil.
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