Había sido 101 días sin vernos. Me quería quedar, no lo había pasado mal durante el confinamiento, pero se empeñaron y no supe reafirmarme en mi NO. Me llevaron a un lugar donde vivían 7 personas, buena gente, y con ellas intenté conseguir la adaptación a la vida normal, la que desapareció el 13 de marzo. El reencuentro fue bien. La adaptación costó. Tantos días sin salir, caminando sólo por el pasillo de casa, hablando conmigo misma y pensando demasiado. Poco a poco. Si hubiera otro confinamiento no sería tan obediente. La salud corporal es importante, pero la salud mental aún lo es más. No dejaría que el aturdimiento me invadiera al salir de nuevo. Ahora toca aprender a vivir en el presente, no pensar en el futuro y soltar el ancla del pasado. Fantasear con que tengo "una varita mágica" y lo que haré con ella. -Hablar menos y escuchar más. -Rezar menos y vivir más. -Leer menos y pasear más. -Hacer sólo lo que me guste. -Decir "adios" a las clas...