-¿De qué quiere usted la imagen?-, preguntó el imaginero: -Tenemos santos de pino, hay imágenes de yeso. Mire este Cristo Yacente, madera de puro cedro. Depende de quien la encarga, una familia o un templo, o si el único objetivo es ponerla en un museo. * -Déjeme, pues, que le explique, lo que de verdad deseo: Yo necesito una imagen de Jesús el Galileo, que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo, que conmueva las conciencias y cambie los pensamientos. Yo no la quiero encerr ada en Iglesias y Conventos. Ni en casa de una familia para presidir sus rezos, no es para llevarla en andas cargada por costaleros. Yo quiero una imagen viva de un Jesús Hombre sufriendo, que ilum ine a quien la mire el corazón y el cerebro. Qué den ganas de bajarlo de su cruz y del tormento. Y quien contemple esa imagen no quede mirando un muerto, ni que con ojos de artista sólo contemple admirado: ¡Qué...