miércoles, 27 de octubre de 2021

... El Horla

-2 de julio. 

...He hecho además una excursión encantadora. He visitado el Mont Saint-Michel, que no conocía. 

¡Qué visión cuando uno llega, como yo, a Avarnches, al final del día!. La población está sobre una colina; y me llevaron a los jardines públicos, al extremo de la ciudad. Dejé escapar un grito de asombro. Una bahía desmesurada se extendía delante de mí hasta perderse de vista, entre dos costas separadas que se perdían a lo lejos en las brumas; y en medio de esa inmensa bahía amarilla bajo un cielo dorado y claro, se elevaba, oscuro y puntiagudo, un extraño monte en mitad de la arena. El sol acababa de desaparecer, y en el horizonte todavía enrojecido se dibujaba el perfil de esa fantástica roca que albergaba en su cima un fantástico monumento.

Al amanecer fui hasta allí. El mar estaba bajo, como la tarde anterior, y observé alzarse ante mí, a medida que me aproximaba a ella, la sorprendente abadía. Tras varias horas de marcha alcancé el enorme bloque de piedras que forma la pequeña ciudad dominada por la gran iglesia. Tras subir la estrecha y empinada calle, entré en la más admirable morada gótica construida para Dios sobre la tierra, vasta como una ciudad, llena de bajas salas aplastadas bajo las bóvedas y altas galerías sostenidas por frágiles columnas. Entré en aquella gigantesca joya de granito, tan ligera como un encaje, cubierta de torres, de esbeltos campaniles a los que se accede por retorcidas escaleras y que lanzan al cielo azul de los días y al cielo negro de las noches sus extravagantes cabezas erizadas de quimeras, de diablos, de bestias fantásticas, de flores monstruosas, unidos los unos a los otros por finos arcos arcos tallados.

Cuando llegué arriba le dije al monje que me acompañaba:

-¡Padre, debéis de estar muy bien aquí! .

-Hay mucho viento, señor -respondió; y nos pusimos a hablar mientras contemplábamos subir el mar, que avanzaba por la arena y la cubría con una coraza de acero.

Y el monje me contó historias, todas las viejas historias de aquel lugar, las leyendas, siempre las leyendas..

Una de ellas me impresionó mucho.  La gente del lugar, la de Mont, afirman que se oye hablar durante la noche en la arena, luego se oye balar dos cabras, una con voz fuerte, la otra con una voz débil. Los incrédulos afirman que son los gritos de las aves marinas, que se parecen mucho a balidos, e incluso a quejas humanas; pero los pescadores que se demoran más de la cuenta juran haber encontrado, vagando por las dunas, entre dos mareas, alrededor de la pequeña cuidad arrojada de aquel modo lejos del mundo, a un viejo pastor, del que jamás se ve la cabeza, cubierta por el manto, y que conduce ante él a un macho cabrío con figura de hombre y a una cabra con figura de mujer de mujer, ambos con grandes cabellos blancos y hablando sin cesar, discutiendo en una lengua desconocida, luego dejando de pronto de gritar para balar con todas sus fuerzas.

-¿Usted cree en ello? -le pregunté al monje. 

- No lo sé -murmuró.

-Si existieran en la tierra otros seres aparte de nosotros -dije -, ¿cómo no sabríamos de ellos desde hace mucho tiempo, cómo no los habría visto yo?.

-¿Acaso vemos la cienmilésima parte de lo que existe? -respondió -. Mire el viento, que es la mayor fuerza de la naturaleza, que derriba a los hombres, abate los edificios, desarraiga los árboles, levanta el mar en montañas de agua, destruye acantilados y arroja a los rompientes los grandes barcos, el viento que mata, que silba, que muge..., ¿lo ha visto alguna vez, puede verlo?. Y sin embargo existe.

Callé ante aquel simple razonamiento. Esa hombre era un sabio o quizá un idiota. No hubiera podido afirmarlo con seguridad; pero callé. Yo había pensado a menudo en aquello mismo que él estaba diciendo.

---GUY DE MAUPASSANT----------





 Desde que leí, del mismo autor: LA HISTORIA DE SAINT-MICHEL, estoy queriendo ir a ese lugar, que no está demasiado lejos, pero no hay manera. Tendré que hacer una dramatización como la que hice para ir a París.

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