sábado, 18 de abril de 2009

PEABODY

Fue uno de mis grandes amigos.

Utilicé este test para valorar el lenguaje interior de mis alumnos.

Es sencillo de aplicar y de valorar.

Se puede aplicar en cuanto el niño cumple 2 años y hasta que tenga 90, o sea que "me lo puedo aplicar a mí misma".
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-Cuando trabajaba en el Hospital "La Fe", a pesar de tener ya el Peabody, casi no lo utilizaba, porque allí tenía mucha ayuda profesional en los diagnósticos; podía acudir a cualquier servicio y preguntar directamente al especialista adecuado.
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-recuerdo la primera vez que oí la palabra "toxoplasmosis", fui al servicio de neurología y el Dr. Yaya me dió una lección magistral...-
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Pero cuando llegué a la escuela, sentí una soledad tremenda...
Era muy complicado recabar una orientación médica, y en el caso de que llegase, ésta llegaba cuando casi había terminado el curso. Ésto ocurría en los años 80.
Las historias clínicas del colegio, tenían muy pocos datos, acostumbrada como estaba a poder consultar las del archivo del hospital.
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Me dí cuenta de que tenía que solucionar los diagnósticos con menos ayuda.... y recordé el Peabody, que me traje del Hospital del Valle Hebrón de Barcelona, donde hice el primer curso de Logopedia, anterior a los que realicé en el Hospital de San Pablo, también de Barcelona.
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-desde entonces Peabody y yo hemos sido inseparables-
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Consta de 150 láminas, en cada una de ellas hay 4 dibujos.
Se le nombra uno de ellos y el niño tiene que poner su dedito encima del que hemos nombrado; por ejemplo: en la primera lámina hay -un cepillo, una mesa, una muñeca y un coche-, se le dice -coche-, tal como nos indican las normas del test, y el señalará -el coche-.
No se le tienen que pasar las 150 láminas. Pararemos cuando en las 8 últimas láminas falle 6.
Entonces, al número de la última lámina acertada, se le resta el número de fallos y lo que nos dé, se mira en el baremo y al lado de los aciertos está la edad cronológica correspondiente, por ejemplo: 54 aciertos es igual a 6 años, 0 meses.
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Como veis es muy fácil y rápido de aplicar y valorar.
Y, lo mejor, siempre he estado de acuerdo con lo que me decía, (aunque a veces, recién aplicado, no coincidiera con mi apreciación temprana), el tiempo siempre le daba la razón.
-¡muy bien por Peabody!, gracias por tu ayuda.-
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Como os dije al principio, se usa para conocer el lenguaje interior del niño.
La experiencia me ha enseñado que "a más lenguaje interior, mayor inteligencia", tal vez os parezca esta apreciación mía un poco atrevida.... pero eso es lo que he observado, a lo largo de muchos, muchísimos años.....
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-os enseño esta lámina del Peabody, por dos motivos:
.el primero mostraros, a los que no lo conoceis, una de sus láminas y
.el segundo... en esta lámina todos los niños fallaban, lo que se les pedía que señalasen era -remendar- y como ahora nadie remendamos, el niño no conocía ese verbo. (tal vez, ahora con la crisis, volveremos a remendar...).



Tengo que aclarar que esta lámina es de "mi Peabody", han salido, creo, dos versiones posteriores actualizadas, en las que ya no está esta lámina.
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Vemos, pues, como el ambiente influye en la creación del "lenguaje interior".

miércoles, 15 de abril de 2009

LA TARTAMUDEZ FISIOLÓGICA


-en el capítulo "Manolo, Mª luisa y yo", publicado en este trabajo el 2 de abril de 08, en el apartado de la tartamudez, os hablé, someramente, de esta variedad de la misma; hoy vuelvo a incidir en el tema, porque encierra una historia muy querida para mí, que determinó, en parte, mi vida profesional y personal-

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A la tartamudez fisiológica de uno de mis hijos, debo haber sido logopeda.

Le tengo especial cariño a esta patología, a los niños que la padecen y a los padres que, como nosotros, se asustaron con su aparición.

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Este tipo de disfemia la padecen todos los niños. en mayor o menor grado, en la época de la adquisición y desarrollo inicial del lenguaje, de 2 a 3 años de edad cronológica.
En ese momento de la vida del niño, como dije en el anterior capítulo, se desarrolla con gran riqueza el pensamiento, al mismo tiempo que el lenguaje oral sigue su evolución normal, iniciada con anterioridad; entonces se produce un desfase entre la velocidad del pensamiento y el dominio que el niño tiene sobre sus órganos fonoarticulatorios, lo que da origen a la tartamudez fisiológica.
Es una patología transitoria, desaparece por sí sola, como "el sarampión o la varicela", no se debe realizar ningún tipo de terapia, ya pasará, paciencia para escuchar al niño sin recomendarle "habla más despacio", "respira", "no..." lo que sea, recomendaciones todas hechas con la mejor voluntad, pero que pueden resultar contraproducentes.
Nosotros, l@s logopedas, hemos de divulgar esto, los padres no lo suelen conocer, les hemos de orientar.
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Como ya nos conocemos y nos queremos os voy a contar mi historia, antes no me atreví:
-Era el año 1969, el mismo en que el hombre llegó a la luna y hasta el mismo mes.
Yo tenía sólo dos hijos, la niña todavía no había nacido. Los dos habían hablado bien, muy pronto. El pequeño tenía dos años y un buen día, de repente, dejó de hablar, era que no podía, quería pero no podía; estiraba sus labios con sus manitas enfadado porque no le salían las palabras.
Nos alarmamos mucho, el pediatra ni caso "pero si los niños a esa edad no hablan aún" nos decía, "pero es que José Mª ya lo hacía", argumentábamos. A los pocos días volvió a hablar pero enganchándose de forma notoria, no sabíamos entonces nada de la tartamudez fisiológica, y ¡claro! seguimos alarmados.
Tratamos de solucionar el problema por dos camino (pura intuición):
- mi madre se llevó los niños al pueblo "estais muy nerviosos, me los llevo, vosotros quedaros aquí y tranquilizaros" (l@s abuel@s tienen una intuición mágica), y allí cantándole, meciéndole, llevándole a jugar con los otros niños, diciéndole lindezas...un día José Mª le contesta "tú me dices -bonico-, mi mamá me dice -bonico de cine-", era verdad...
-al mismo tiempo, yo daba un giro a mi vida profesional: inicié el hermoso camino de la logopedia, primero en el campo sanitario y luego en la escuela.
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Siempre pensaré que todo lo que ocurre, ocurre por bien, aunque no lo entendamos en ese momento.
Si no hubieramos vivido esa situación , yo no sería logopeda, y lo peor, no os hubiera conocido.
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