"Qué lastima que una palabra tan sonora como: ARANCEL que rima con MIEL, PINCEL o DONCEL y podría haberse asociado a los santos arcángeles GABRIEL, MIGUEL o RAFAEL, se haya juntado con malas compañías -tributo, gravamen, tasa y porcentaje- y, en caída libre, se haya convertido en pareja de hecho de Trump, con permiso de Melania.
Dándole vueltas al tema, me parece que más allá de los coches, el aceite o el vino, hay otros aranceles que no nos vienen impuestos desde fuera, sino que nos los autogestionamos nosotros solos y caminamos bajo su peso con el espinazo doblado como los israelitas en Egipto.
Ahí están, por ejemplo, esa consignas tan extendidas-da la talla, mantén el tipo, no te muestres frágil, controla tu relato, note salgas del redil de lo guay- que se nos pegan como hongos parasitarios , exigen costosos esfuerzos de mantenimiento y nos hacen llegar exhaustos al final del día.
Otras tasas fastidiosas son las sentencias tipo-cualquier dependencia es nefasta, la autonomía es un bien supremo a defender con uñas y dientes, o pedir ayuda es señal de debilidad- que acaban por aruinarnos la vida relacional.
El cuidado obsesivo de la propia imagen nos carga la mirada hasta volvernos bizcos e incapaces de distinguir la apariencia de la verdad y la foto amañada en Instagran de la que nos devuelve el espejo cada mañana.
Como los discípulos en la mañana de Pascua, podemos cargar con el lastre de viejas historias de pesadumbres, fallos y abandonos y sentirnos apabullados por no haber estado a la altura. Pero cuando llegó el Resucitado llamándoles amigos y hermanos y les invitó a sentarse a desayunar con Él a la orilla del lago, ellos supieron que ya no tenían nada que merecer, ni que aparentar, ni que demostrar.
Se estaba cumpliendo la antigua profecía:-os quitaré de encima el oprobio de Egipto- y el Inocente que quitaba los pecados del mundo, se llevaba también todos los aranceles.
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Como siempre magnífica Dolores.
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