Tiempo de preparación. Tengo un libro que se titula: CUENTOS PARA UNA NAVIDAD. Es un libro que contiene unos 16 ó 17 cuentos de diversos autores, cada uno diferente a más no poder, pero imagino que todos son hijos de Dios, aunque alguno no lo admitió en su larga o corta vida, porque eso también fue diferente.
He elegido uno de Vicente Blasco Ibáñez (sabéis que es o era valenciano y hoy me siento patriota). Se titula: EL PREMIO GORDO. Veamos o, mejor leamos.
"Jacinto apuró el último sorbo de café que contenía su taza, chupó furiosamente su cigarro, y luego púsose a contarme la siguiente historia:
Conviértete en Dios y dale a un hombre todo el talento y la fortuna posible en este mundo.
De seguro que se alegrará mucho; pero tal alegría no será ni un trasunto pálido de lo que sentiría de lo sentiría si por Navidad le cayesen en el bolsillo 50.000 duros envueltos en un billete de lotería.
Es preciso haber experimentado tal sorpresa para comprender el gozo que uno siente al encontrarse de proto con un millón y pasar de la categoría de perdido a la de millonario, aunque nada más sea en singular.
¡Ay amigo mío!. Yo me estremezco todavía cuando recuerdo lo que experimenté al ver que era poseedor de una parte decimal del preciado gordo.
Aquello significaba tanto para mí como para el náufrago que, montado en un madero, distingue entre brumas la cercana costa.
Después de la abstinencia, la hartura.
Luego de los frecuentes ratos de melancolía, la alegre existencia del hombre que, siendo joven, tiene mucho dinero.
Aquel billete premiado ostentaba para mí, escrito en caracteres invisibles, un nuevo método de vida.
Abandono completo de la mísera casa de huéspedes , con un catre desvencijado y sus comidas sucias y estrambóticas.
Renuncia de la vida aventurera y bohemia.
Abstención de dar sablazos a nadie.
Y, sobre todo, casarme con mi Gabriela, con aquel ángel de luz a quien debía el ser poseedor de la tal cantidad.
Ella me había sugerido la idea de comprar el décimo ahora premiado y a sus muchos rosarios rezados por la noche en la cama, y a hurtadillas de la mamá, debía sin duda los favores de la fortuna, tan pródiga para conmigo.
Ni un solo instante se me ocurrió el olvidarla al encontrarme millonario.
Y fui corriendo a casa de mi novia... hubo lo que era de esperar: desmayo de la niña, lágrimas de la mamá, abrazos del padre...yo no creo haberme encontrado nunca tan alegre.
Me falta poco para llorar cuando recuerdo aquel momento.
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La lotería es parte de la tradición navideña, la describe Vicente Blasco Ibáñez, en este cuento incompleto que os he ofrecido.
...pero hay algo más en la Navidad. Que os la deseo muy feliz llena de paz.

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