miércoles, 21 de julio de 2010

Lic. LOGOPEDIA


Ayer se publicaron las listas de admitidos en la Universidad.
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Antes y en el mismo periódico. se publicó, también, la "lista de códigos (de las diferentes carreras) y centros correspondientes (donde se pueden cursar dichas carreras)".
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Aparece con el número de código 114 la Licenciatura de LOGOPEDIA, y se podrá estudiar en la Universidad de Valencia.
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-¡enhorabuena!,
Mari Carmen 6, no desaparece la Logopedia;
no, no desaparece
y además aparece con rango y entidad propia,
¡qué contenta estoy!-
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-algún dia os contaré la luchas que tuvimos que librar y vencer las primeras logopedas; eran los años 60 y 70 del pasado siglo-
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lunes, 19 de julio de 2010

TIEMPO DE ESCRIBIR*



PAN Y CHOCOLATE
-a tí, Luisa, va dedicado este relato-

"En mi familia todos se mueren con mucha facilidad.
No es que seamos una familia de enfermos, ni siquiera nos morimos todos de lo mismo, es que tenemos facilidad para morirnos.

-Y siempre pienso y pienso, y no puedo dejar de pensar-

En estas reflexiones pierdo mucho tiempo y mucha energía y eso no es bueno, es peor que morirse tan deprisa.
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¿Y si lo contara?, a lo mejor se me iba la manía de pensar.
Voy a probar.
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Tengo recuerdos desde los tres años.
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Mi padre tenía una hermana, mi tía.
Mi tía era rica, nosotros no, pero tampoco eramos pobres.
El pan y chocolate de casa de mi tía era más bueno que el de mi casa, y a mí me gustaba ir a casa de mi tía y que ella me diera pan y chocolate.
Un día me dí cuenta de que mi tía tenía la tripa muy gorda y pregunté por qué, se me contestó que "la tenía llena de agua". A los pocos meses mi tía murió del parto de su quinto hijo; ya no volví a comer su pan y chocolate.
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Siete años después murió mi padre, se deshidrató en los días que median entre San Juan y San Pedro.
Ahora no se hubiera muerto: lo hubieran llevado a un hospital y le hubieran puesto goteros.

Lo cierto es que esta muerte cambió mi vida.
Fue mucho peor que dejar de comer el pan y chocolate de mi tía.
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Mi padre se llamaba José Mª.
En su pueblo, cuando nacía un niño, le ponían de nombre José María o Juan.
A mi padre le pusieron José Mª, tuvo suerte, pues a los que les ponían Juan, nunca les llamaban así, siempre les llamaban Juanito, aunque se hicieran viejos, aunque crecieran mucho...
Eso le pasó a Juanito el Guardia, un señor tan alto que pudo ser con facilidad Guardia Urbano, en una época en que ser alto era imprescindible para dirigir el tráfico.

A las niñas que nacían en ese mismo pueblo, les ponían de nombre Concha, pero a todas les llamaban Conchita, siempre, siempre...

No sé como se entendían, en un pueblo que todos se llamaban igual.
Ahora se han modernizado y, en lugar de Juan, les ponen de nombre Iván, que es lo mismo, pero ellos no lo saben y están tan contentos.
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Mi madre se llamaba Carmen. Era de otro pueblo, por eso no le pusieron Conchita.
Siempre he creído que Carmen es el nombre más bonito del mundo y muchas veces me pregunté por qué mi madre no me puso su nombre.
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Me bautizaron, pues, sin ponerme de nombre Carmen, pero lo celebraron con mucha alegría, ¿sabes cómo?, pues tomando chocolate. De eso no me acuerdo, sólo tenía un mes y cuatro días, pero me lo contaron.
Me contaron también, cómo consiguieron el chocolate, (era el año 1940), y se ve que fue toda una aventura:
-Mi padre en "el frente", tuvo un compañero que tenía una fábrica de chocolate en Torrente (Torrente es un pueblo cercano a Valencia donde siempre hubo fábricas de chocolate).
Y allí fue a comprarlo. Era difícil de conseguir, pero su amigo le hizo ese gran favor-
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(¡Lo que son las palabras!, "el frente" es la guerra, y "la frente" es la parte más alta de la cabeza, como si fuera el ático del cuerpo humano, el sitio donde viven los pensamientos.
La misma palabra, según el artículo que lleve, tiene un significado. ¡Qué cosas!...Esto también me hace pensar....).
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El primer día que fui al colegio, acababa de cumplir cuatro años; la Madre Celina nos puso a todas las niñas en fila arrimadas a la pared y nos pidió que sacásemos la merienda; íbamos a merendar.
Mi madre me había preparado pan y chocolate, un chocolate redondo envuelto en papel blanco, que hacían unos artesanos cerca de Santa Catalina.
El chocolate se me cayó al suelo.
El suelo era de adoquines cuadraditos, muy límpios; a mí me dió vergüenza agacharme a recogerlo y con el pie lo trituré, me ayudaron los adoquines.
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Al morir mi padre, nos quedamos solas mi madre y yo, muy tristes la verdad.
Seguí yendo al mismo colegio, estudiando con las mismas compañeras, que eran estupendas, tanto que seguimos siendo amigas; pero todas tenían padre menos yo, y no podía evitar tenerles un poco de envidia por eso.
Pasó el tiempo, terminamos el Bachiller.

Yo fui a estudiar Magisterio, aunque me hubiera gustado ser enfermera; pero si no estudio Magisterio, a mi madre le hubiera dado algo, y no era cuestión de quedarse sin madre y sin padre.
Así, pues, fui maestra.

Y fui muy feliz siéndolo.
Pienso que el destino me llevó por caminos mejores de los que yo había elegido.... en todo.
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Podría contarte más cosas.
Mi vida ha sido larga, y mi memoria también.
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Soy maestra y quería ser enfermera; pero mi verdadera vocación es ser alumna, y que mi madre me peine las trenzas y me dé para merendar pan y chocolate.
También me gusta hacer "el deber", sacar los cuadernos y sentarme en la mesa camilla con mi madre, ella haciendo ganchillo y yo "el deber".

Pero ahora ya no lo puedo hacer, soy muy mayor para eso; ahora pongo yo "el deber" a otros niños y mi madre ya no está.
Creo que ella estará en un sitio muy bonito, con mi padre, con mi tía... y a lo mejor hasta come con ellos pan y chocolate."
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A mí me gusta leer, nadar, hacer bolillos y sobre todo hablar con mis amigas.
Contigo, Luisa, me gusta mucho hablar y eso que no eres de mis primeras amigas, las que he nombrado antes, las del colegio.
También me gusta hablar con Juani, pero vive en Madrid y cuando viene a Valencia nunca la pillo, parece que juguemos "al gato y al ratón".

Me acuerdo de cuando fuimos a Praga y a Budapest las tres solas por nuestra cuenta, sin conocer el idioma, ¡que locas!, y vosotras tan contentas y yo muerta de miedo.
Pero ahora, ese viaje es uno de mis mejores recuerdos.
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Siguiendo tu consejo, Luisa; escribo esto; ¿por qué quieres que escriba?.
Y, ¿por qué te obedezco?, la verdad es que eres muy mandona, Juani también es mandona.
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Yo iba "de frente, paso ordinario", en Praga y en Budapest, detrás de vosotras; mientras aquí en España nombraban a una mujer Ministra de Defensa...¿comerá ella también pan y chocolate?.
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