domingo, 26 de marzo de 2017

PALOMA GOMEZ BORRERO



Todos hemos de morir, pero hay personas que por cercanas o por queridas parece que tienen que vivir siempre.
Mi madre, cuando hablaba con alguien extremadamente habilidoso en su trabajo (el clásico "manitas"que venía a casa para arreglar un grifo o una persiana o a clavar un clavo...), siempre le decía: -"Usted no se tendría que morir nunca"-. Pero ¡claro!, también se moría, dejándola medio huérfana y sorprendida.
Eso me ha pasado con la muerte de Paloma...
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Sé que a ella no le gustará oir mis lamentos, sé que prefiere que la recuerde por alguno de sus escritos.
Tengo en mis manos uno de sus libros "La Alegría" por el que le dieron el Premio Espiritualidad en el año 2000. Esta compuesto por 16 capítulos, en cada uno de ellos narra una historia independiente. Voy a copiaros uno de ellos:

-Rosanna Benzi, la bella durmiente.

"No es fácil que, periodistas o no, todos podamos olvidar la tensa espera que atenazó al mundo durante las Navidades de 1990, cuando las nubes de la guerra se cernían, amenazadoras, sobre el Golfo Pérsico. Era cada vez más claro que los intereses petrolíferos en la zona iban a forzar una intervención militar dirigida por los Estados Unidos contra el Irak de Saddam Hussein, una aventura militar que no tenía retorno, y por lo que seguimos viendo, tampoco fin.
De todas partes del mundo, sin embargo, seguían llegando mensajes que pedían a los protagonistas de la inminente tragedia que dieran "una oportunidad a la paz", recordando explícitamente la canción escrita tiempo atrás por un gran pacifista como John Lennon. Entre tantas voces de grandes personajes o de organizaciones internacionales, desde Italia partió a la búsqueda de la paz imposible el canto a la vida y a la paz de Rosanna.
Fuera de Italia pocos la conocían. Pero nadie como esta muchacha genovesa para hablar en nombre de la vida. Ninguna voz más autorizada que la suya, que partía de un joven cuerpo de 30 años, que desde la adolescencia había vivido encerrado en un pulmón de acero, y que, sin embargo, se negaba a que ese encierro afectara también a su espíritu. En cuanto cumplió los 14 años, Rosanna supo que aquella tumba metálica le acompañaría para siempre, pero también decidió que sería una compañía, no una prisión; ni para ella, ni para los que la rodeaban. Una prueba de su incurable optimismo era el sobrenombre que le daba al pulmón de acero: "Mi príncipe azul", como si en lugar de una enferma, se imaginara en el papel de la Bella Durmiente.
Era lo que se llama una mujer "solar", que prestaba luz y calor a quienes la conocían. Vivía para los otros; así se llamaba la revista que había fundado y dirigía por aquel entonces Gli altri, (Los otros). Esta ragazza de 30 años pintaba cuadros llenos de luz y alegría, valiéndose de su boca para guiar el pincel, y los regalaba a sus amigos, anónimos o populares, entre los que se encontraba el célebre futbolista Gíanni Rivera, "il bambino d'oro", uno de sus incondicionales. Y había escrito un libro que se titulaba "El vicio de vivir". Rosanna Coraje, la habían llamado justamente en algún titular de periódico...
No es de extrañar que nunca estuviera sola en su habitación del Hospital San Martino de Génova, donde su propio hermano trabajaba, para estar más tiempo a su lado. Y desde allí tomó la palabra en diciembre de 1990 para exhortar a la paz, cuando su estado de salud se había agravado, y los médicos temían fundadamente que el inevitable desenlace se pudiera precipitar.
Por entonces , en su revista colaboraba un amigo mío, y a él le pedí que me acompañara a Génova para hacerle una entrevista. Nunca olvidaré su mirada, reflejada en el gran espejo retrovisor adosado a su máquina, que reflejaba la alegría que llenaba su corazón. Con palabras de cariño, como hacía con todas sus numerosas visitas , me agradeció el obsequio que le llevé: un panettone, el clásico dulce italiano de Navidad..
A pesar de su enfermedad, Rosanna Benzi se había permitido alguna pequeña escapada en su vida, con la scomplicidad y lacompañía del doctor Henriquet, su médico de cabecera, que la quería como a una hija. En una ocasión fue a rezar al Santuario de la Madonna de la Guardia. Otra vez , nada menos que al estadio Andrea Doria de Génova, para ver jugar a su amigo Gianni. Pero aquellas contadas huidas se iban haciendo cada vez más escasas, porque su salud empeoraba irremisiblemente. La última vez que salió del hospital del brazo del doctor Henriquet fue en el verano de 1988, en la noche de San Lorenzo, cuando las Perseidas atraviesan la atmósfera terrestre produciendo la célebre "lluvia de estrellas". "Doctor -le dijo con una sonrisa-, por favor, acompáñeme a ver caer las estrellas, tengo que pedir un deseo...".
La mía fue una visita corta, porque a Rosanna cada vez le costaba más trabajo respirar y habíamos prometido no fatigarla. En efecto, al mes siguiente, mientras la temida guerra se desencadenaba en en el Golfo Pérsico, las condiciones de salud de Rosanna Benzi se agravaron de improviso. Pero la enferma miraba con tranquilidad a la Muerte, que tanto tiempo había esperado en su cabecera, y la afrontó con una serenidad pasmosa. Pensó sólo en consolar a su madre, a la que pidió que estuviese tranquila, y que se organizara la vida sin ella. Y hasta bromeó con Franco, su hermano: "No te lo tomes a mal, pero voy a tener que marcharme...". Se despidió de Gianni Rivera, del doctor Henriquet, de sus amigos del hospital, de la revista...
El 5 de febrero de 1991, Rosanna Benzi abandonó para siempre a "su príncipe Azul".
La noticia corrió por toda Italia, mientras la ciudad de Génova se vestía de luto en su memoria. Todos acudieron a darle el último saludo, y la encontraron dispuesta como ella había pedido: vestida con un velo blanco de novia, y teniendo entre las manos una orquídea roja, "el color del amor". Una Bella Durmiente que descansaba en paz con una sonrisa en los labios."

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Todo esto nos queda de Paloma: su profesionalidad, su simpatía, su saber estar, sus escritos, su familia...



¡Adios Paloma, allí donde estés, sigue siendo como eres..."

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