sábado, 8 de noviembre de 2014

BERLÍN, en el recuerdo.


Antes y después de la desparición del Muro.

Mirad con atención la sexta foto; por donde iba el muro han hecho un pequeño camino de adoquines, para no olvidar su historia.

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lunes, 3 de noviembre de 2014

Gracias Carles Such sch. p.

-se me están solapando los temas; este que os ofrezco hoy, lo encontré en una carpeta que hacía tiempo que no miraba; no lo quiero volver a guardar sin incluirlo en mi blog.
-he pedido permiso a su autor y he puesto mi agradecimiento como título de este capítulo.
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Leedlo con atención:

"La vida es un momento. Hoy siento yo todo esto como otro hermoso momento. Donde todo es importante y a la vez curiosamente confuso. La sencilla maniobra de abrocharse el botón de una camisa puede llegar a ser un momento inolvidable. El hecho de hacerlo en un lugar concreto ante una persona querida a la que ya no me puedo dirigir hace de ese momento un recuerdo que me estremece interiormente.
También hay años pasados enteros en algún lugar que se reúnen en un solo instante de mi memoria. Con la misma intensidad estremecedora que el anterior. Esto hace que hoy vea mi vida como un hermoso mosaico de momentos. Donde lo importante es la intensidad, no la cantidad. (Aute cuenta en una de sus canciones tras examinar de qué tiene necesidad, y pide solamente dos o tres segundos de ternura).

Andaba yo en estas "disquisiciones" anoche paseando por este pasillo del colegio, recordando vida y pisadas. Intentando esbozar en mi cabeza un esquema de la posible homilía, cuando de repente me sobresaltó una voz que me decía:
-Dibújame un cordero.
Me quedé atónito y volví a escuchar: 
-Por favor dibújame un cordero. 
Fue en ese momento cuando me apercibí de un hombrecillo extraordinario que me examinaba gravemente. Su figura era encantadora, como un niño con aspecto de príncipe, ¡eso es! un pequeño príncipe.
-Me gustaría -le contesté conciliador- pero tengo que preparar la homilía de mañana y además, no sé dibujar.
-No importa -me interrumpió- dibújame un cordero.

Como soy incapaz de llegar a garabatear lo más simple decidí escribirle CORDERO y se lo di. 
Me quedé sorprendido al ver iluminarse su rostro joven.
-¡Es exactamente como lo quería!.
-Ojalá me fuera tan fácil solucionar mi problema -comenté apesadumbrado-.
El Principito abandonó su mirada del papel donde le había escrito CORDERO y se quedó pensativo hasta decir:
-¡Claro! Este cordero se podría comer a mi flor.

Yo no lograba entender, pero me pareció que la situación era de lo más absurda, así que decidí dejarlo.
-Perdona, tengo una cosa muy seria e importante entre manos para perder más tiempo.
-¡Hablas como las personas mayores! -me dijo-.

Esta afirmación me dolió, pero me hizo caer en la cuenta que el cuidado y la atención a un niño siempre es más importante que cualquier otra cosa. Así que decidido a continuar mi conversación con aquel imprevisto Principito, le dije: 
-Mañana celebro mi primera Misa. Y muchas personas esperan que les hable y que de alguna manera exponga las razones que me han llevado hasta aquí. Además debo hablar de las misiones porque se celebra el DOMUND, y por si fuera poco a la misma hora el Papa estará proclamando a Santa Teresa de Liseaux doctora de la Iglesia. Y con todo para que sea una homilía, debo de comentar las lecturas  que se han proclamado. ¿Cómo explico todo eso a personas distintas con diversas motivaciones?.

El Pricipito ensayó un descarado y a la vez ingenuo bostezo. Me sonrió dulcemente y me tranquilizó diciendo: 
-Las personas mayores siempre necesitan explicaciones. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.
-Tienes razón , pero mañana debo hablar y expresar la alegría de ser lo que soy. ¿No entiendes?
-Pues sonríe. -me dijo sin pensar más
-Te debería hacer caso. Pero tengo que expresarme. Necesito decir a mi familia y a mis amigos que soy feliz. Qué seguir a Jesús me ha hecho un hombre. Qué la fe en Dios me devuelve la alegría, me impulsa a hacer el bien y me anima a vivir con sentido. Qué en mi vida solamente quiero ser una luz para quien la necesite, un hombro donde apoyarse y descansar, un espacio donde poder escuchar y poder amar sin pedir nada a cambio. Me consagro a Dios para ser libre de amar a todos, no disponer de nada para estar dispuesto a lo que sea...¿Cómo poder comunicar que me siento escogido, acompañado y enriquecido por un Dios cercano y amigo?. ¿Cómo poder expresar que el amor no se explica, que sólo se vive?. Vivo lo que vivo, porque lo siento sin presiones ni engaños, eso sí, seducido por un amor que me desborda. 

El Principito tenía fijada su mirada en mis labios, como deleitándose en mis palabras, de tal manera, que pese a mi silencio parecía estar degustándolos. Tras un breve y denso silencio afirmó:
-Cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer..
-Tienes respuesta para todo -le confesé- quizá porque no intentas responder a nada. 

**Mi vida -comencé a narrarle- ha sido una bendición. Me eduqué en este colegio desde los cinco a los dieciocho años. Me sentí como en una familia. Escolapios, profesores y compañeros eran para mí un hogar, un dulce hogar. Aquí me fue sorprendiendo la vida, con sus logros y fracasos, con sus luces y sus sombras, pero siempre abierta a la esperanza. Mi vida en este colegio fue un dulce momento, un instante precioso en mi memoria. 
El Principito seguía escuchando mis palabras y sus ojos brillaban de emoción.
-El colegio te domesticó -me dijo convencido de lo que expresaba- creasteis lazos y surgió la necesidad del uno por el otro. Cuando alguien te domestica, tu vida se llena de sol y ahora tu vida brilla.
Yo me emocioné momentáneamente. Recordé en un segundo toda una serie de años pasados entre estos techos. A una primera maestra. Los cantos a la Virgen. Las fiestas de Calasanz. Juegos con los niños, los partidos de voleibol, el grupo de Hinneni...estaba domesticado y había surgido la amistad. 
De repente me surgió el recuerdo de los niños. ¡Cuantas veces jugué y me divertí con los niños pequeños!.
-¡Qué maravillosos son los niños, Principito!. Desde bien joven siempre me han alegrado. He reído y llorado con ellos. Hemos jugado y trabajado. Y sin darme cuenta me fueron robando el corazón. Un día me desperté expoliado. Sentí que mi corazón estaba enfermo y que sólo los niños con sus voces harían que funcionara con ritmo. Necesito de los niños para que mi corazón marche sano.
El Principito se emocionó. Se deslizó por su delicada mejilla una cristalina lágrima, y me dijo susurrando:
-El tiempo que perdiste con los niños, hace que los niños sean tan importantes. Me lo dijo un amigo zorro. Es más, agregó, eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de los niños.

Mi corazón se vió un poco turbado por una afirmación tan importante. Nos quedamos los dos en silencio, y de nuevo fui yo el que lo rompió al decir: 
-¡Qué feliz me siento siendo escolapio! Hago lo que más me gusta y me gusta para lo que me siento llamado. Mi Dios me ha encargado una parcela estupenda. Y hay tantas personas que me han acompañado en este trayecto. Un hombre no se realiza sin la cercanía de otros hombres. Desde la cercanía de un padre y una madre estupendos, con unos hermanos diferentes pero buenos hermanos, unos compañeros fieles, y personas que durante estos años no han dejado de apoyarme y mimarme. Dios llama, joven Príncipe, y si llama hay futuro. Pero si además tienes personas a tu lado en el camino, ¡qué gozo sentirse acompañado!. En ese momento descubres que se es importante sirviendo. Qué no hay mejor puesto que el de compartir la vida con otra vida (reir y llorar juntos, sufrir y alegrarse juntos, trabajar y divertirse juntos...). Entiendo a Jesús cuando nos propone ser servidores para llegar a ser grandes y primeros. Al final de la vida se reconoce al que te ha hecho bien, cuando más a la que ha dado su vida por ti. 
-Me gusta escucharte hablar de tu Dios, me alegra el corazón -me dijo el Principito visiblemente emocionado-. 
-Ojalá pudiera convencer mañana a los que me oigan que este Dios sólo busca el bien del Hombre. Qué sólo el que ama conoce a Dios, sea cual sea su postura en la vida. 
-No intentes convencer, me interrumpió mi joven amigo, mírales a los ojos, habla lo que dicte el corazón y quiérelos como son. Habla de lo que crees y vive lo que hables. Descubrirás que tu opción de vida es tan importante porque hay quienes toman otra opción. Valorar la vida de los demás, por encima de credos y culturas, da sentido a la propia vida. Entonces descubres a todo hombre como un amigo. Y no hay existencia más plena que el que da su vida por sus amigos.
-¡Oye! -me sorprendí- eso lo dice Jesús en el Evangelio.
-Una buena noticia pertenece a todos -me respondió rápidamente el Principito-  
-Me alegra tanto escucharte -le dije de corazón-. Por fin sé lo que busco y lo que quiero.
-Sólo los niños saben lo que buscan -me dijo el Principito-. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se convierte en algo importante, y si se les quita la muñeca lloran. 

No pude evitar derramar unas lágrimas.
-¡Es tan misterioso el país de las lágrimas! -dijo bajito y melancólico el Principito-.
-Estoy tan a gusto contigo joven amigo -tuve que decirle sin ganas- pero debo irme, ya es muy tarde y debo preparar la homilía. 
-No me dejes todavía -me suplicó el Principito- .Creo que hemos creado lazos. Cuando te sientes único para alguien necesitas un tiempo para dejarlo. 
-La vida es cruel, Principito. Debemos abandonar tantas personas y cosas. A veces pienso que mi vida es un desierto por el que camino a solas. Siento miedo en mi silencio. 
-Lo que embellece al desierto -dijo el Principito- es que esconde un pozo en cualquier parte.
Cuántas veces he bebido de esos pozos -pensé-.
-Me subo, Principito, siempre te recordaré. Debo preparar mi homilía. ¿Se darán cuenta de lo que les quiero transmitir? ¿Verán en mi agradecimiento, mi sincera acción de gracias por su vida?.
-No te preocupes -me dijo- no se ve sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

Cuando quise volver a mí tras el estremecimiento que me causaron estas palabras el joven príncipe había desaparecido. Sentí dolor y pena, pero al instante brotó la alegría. ¡Ya está!  pensé. Escribiré este encuentro para mañana.

Antes de retirarme a la habitación quise asomarme a la terraza. Hacía una noche preciosa. Alcé la mirada y no pude ver las estrellas, ni el planeta de mi joven amigo.
Era tan intensa la luz de la luna que no permitía diferenciar otras luces celestes . Me alegré, porque pensé que tanto la luz de la luna, como la de las estrellas como la del planeta del Principito provienen de una sola, aunque ellos no lo sepan. Del SOL QUE NACE de lo alto.
De nuevo me estremecí y brotaron de mi corazón unas palabras, que bajo la luz prestada del Sol repetí en mis labios.
En Albacete "he encontrado la manera definitiva de servir a Dios, haciendo el bien a los pequeños y no los dejaré por nada de este mundo".

-----------------------------------------------Carles Such  Sch p. ---19-X-1997--


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Noviembre es el mes de los recuerdos; todo invita a recordar:
- los días más cortos del año.
- la luz mortecina que nos envuelve.
- las celebraciones de los días 1 y 2.
 Yo me encontré con este escrito casualmente o "no existe la casualidad" y me ayudó a superar  la tristeza de este mes de noviembre y, sin pretenderlo, también me hizo recordar mi vida y la de mi hija en el colegio (la de ella más afortunada que la mía) y vi el paralelismo de esas tres experiencias...

Y recomendaros que, si no lo habeis hecho ya, leais "El Principito".

Y un abrazo muy fuerte.
¡Qué seais felices! 
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