sábado, 12 de agosto de 2017

DECÁLOGO PARA UNAS VACACIONES "AUTÉNTICAS".

1.-En las vacaciones, me propongo disfrutar más viviendo que haciendo muchas cosas.

2.-Hay que saber trabajar pero también hay que saber descansar. Ahora es el momento de descansar y reflexionar (esto último con tranquilidad).

3.-No pensar en nada que nos haga perder la paz. El descanso mental es muy importante.

4.-Cada día hay que abrir una ventana a la esperanza y a la alegría.

5.-Ser feliz valorando las cosas sencillas de cada día y la compañía de de los que nos rodean.

6.-Dedicar mucho tiempo a aquello que realmente valga la pena.

7.-Reservar tiempo a escuchar y a estar con aquellos a los que amo y me aman.

8.-Contemplar con admiración las maravillas de la Naturaleza.

9.-Disfrutar de l@s  de los  amig@s.

10.-Y aprender a dormirnos confiando en Dios.
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¡Qué sean días de descanso, no de cansarnos más!. "Vacatio", en lengua latina, tiene que ver con: libertad, liberación, exención...

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martes, 8 de agosto de 2017

EL DOLOR DE LA MADRE-ARTISTA

-voy a copiaros íntegro el artículo que editó LA VANGUARDIA  el pasado domingo en su sección CULTURA-
-he estado dudando entre poner el título que lleva dicho periódico o este otro de mi invención "La maldad de las guerras" o "Las guerras sólo causan dolor, mucho dolor y no solucionan nada"; me he inclinado por poner el título original del periódico-

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"Esta es la historia de una familia, de dos estatuas y de tres sepulturas.
Los  desdichados acontecimientos que las entrelazan, y que conectan a tres cementerios de otros tantos países, esbozan el mapa del sufrimiento que azotó a millones de europeos  en las dos grandes contiendas bélicas del siglo XX.

La pintora y escultora alemana KÄTHE KOLLWITZ perdió a su hijo Peter en el frente belga durante la Primera Guerra Mundial, y el dolor por la pérdida moldeó su obra, con la muerte como asunto principal.
En la Segunda Guerra Mundial murió su nieto, también llamado Peter, que cayó en en el frente soviético. 
La artista dolorida trasladó su aflicción a la escultura y a las artes gráficas.

Käthe Kollwitz nació en 1867 en Königsberg (hoy Kaliningrado, territorio ruso) y tras estudiar arte en su ciudad natal, en Berlín y en Munich, se casó en 1891 con el médico Karl Kollwitz (su apellido de soltera era Schmidt). La pareja se instaló en el barrio berlinés de Prenzlauter Berg, ahora acomodado, y entonces habitado por gente trabajadora y humilde. Abundaba allí la miseria, y los Kollwitz, que eran socialdemócratas, procesaban la injusticia social cada uno a su manera: el doctor atendía a sus pacientes pobrísimos, y la artista retrataba la desesperación de los obreros, la penuria de las madres, el hambre de los niños.
El matrimonio tuvo dos hijos: Hans, nacido en 1892, y Peter, que vino al mundo en 1896.
En los años siguientes, Käthe apuntaló su formación artística en Paris y Florencia, e ingresó en el grupo de creadores Secesión de Berlín .
El hijo menor no marchaba del todo bien en el colegio, pero tenía traza en el dibujo, así que en 1912 su madre lo matriculó en una escuela de arte.
Pero llegó el verano del 14, estalló la Gran Guerra, y la Alemania del káiser Guillermo se apuntó. Peter Köllwitz decidió presentarse voluntario. Padre y madre intentarlo disuadirle, pero fue inútil. Los estudiantes alemanes estaban empapados de nacionalismo, y se alistaron en masa. Tras una corta instrucción militar, Peter partió el 12 de octubre hacia el frente de Flandes. Sólo viviría diez días más. Tenía apenas 18 años cuando murió cerca de la localidad belga de Dixmuda, en la noche del 22 al 23 de octubre.
La madre, rota, dedicó quince años a concebir las dos estatuas  que velan ahora el reposo del hijo muerto y de todos sus camaradas en el cementerio militar de Vladslo, en Bélgica. Son Los padres del duelo, ambos de rodillas: él mira al frente, con las manos cruzadas sobre el pecho; ella encorvada, aferra su manto. Sus rostros tienen los rasgos de Karl y Käthe.



Kätthe escribió en su diario: La guerra no es un asunto agradable; no es decoroso el embellecer con flores las muerte en masa de todos estos jóvenes. Un cementerio de guerra debe ser sombrío.

Kätthe Kollwitz, anciana y viuda, murió el 22 de abril de 1945 en Moritzburg, cerca de Dresde, poco antes del fin de la Segunda guerra Mundial. Tenía 77 años.
La violencia bélica  había asestado un segundo golpe a su familia: en 1942, su nieto de 21 años de nombre Peter como el tío al que nunca conoció, murió en el frente ruso.
El doctor Kollwitz había fallecido dos años antes.
Los restos del nieto de Kätthe reposan en el cementerio de Rjev a 100 Km. de Moscú.

En el año 2014, para conmemorar el centenario del inicio de la Gran Guerra, la Comisión Alemana de Tumbas de Guerra encargó una réplica de las esculturas de Los padres de duelo de Valslo y las colocó en Rjev (todo un símbolo).

Y Kätthe Kollwitz, ¿dónde fue cuando dijo Adios?.
Descansa junto a su marido  en el cementerio berlinés de Friedrichsfelde. En su lápida figuran unos versos de un poema de Goethe : ...en los campos de Flandes se mecen las amapolas/ entre hileras de cruces...

Su hijo Peter reposa a 840 kilòmetros de ella, en Bélgica, y su nieto a más de 1700, en Rusia. Las estatuas de los padres desconsolados (la original y su réplica) que ella concibió con dolor  les velan cerca de sus sepulturas."

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