lunes, 5 de enero de 2015

...entre el 5 y 6 de enero: LLEGAN LOS REYES.

Mientras los esperamos, voy a leerte esta historia:



"Don Baltasar Miajas llevaba de empleado en una oficina de Madrid más de veinte años; primero había tenido ocho mil reales de sueldo, después diez, después doce y después...diez; porque quedó cesante, no hubo manera de reponerle en su último empleo y tuvo que contentarse, pues era peor morirse de hambre, en compañía de todos los suyos, con el sueldo inmediato...inferior.
"Esto me rejuvenece", decía con una ironía inocentísima, humillado, pero sin vergüenza, porque "él no había hecho nada feo", y a los Catones de plantilla, que le aconsejaban renunciar el destino por dignidad les contestaba con buenas palabras, dándoles la razón, pero decidido a no dimitir, ¡qué atrocidad!. 
Al poco tempo, cuando todavía algunos compañeros, más por molestarle que por espíritu de cuerpo, hablaban con indignación del "caso inaudito de Miajas", el interesado ya no se acordaba de querer mal a nadie por causa del bajón de marras, y estaba con sus diez mil como si en la vida hubiese tenido doce.
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Otras varias veces hubo tentativas de dejarle cesante, por no tener padrinos, aldabas, como decía él con grandísimo respeto; pero no se consumaba el delito; porque, a falta de recomendaciones de personajes, tenía la de ser necesario en aquella mesa que él manejaba hacía tanto tiempo. Ningún jefe quería prescindir de él y esto le valió, no para ascender, que no ascendía, sino para no caer. Sin embargo, no las tenía todas consigo, y a cada cambio de ministerio se decía: "¡Dios mío! ¡Si me bajarán a ocho!".
Por lo demás, no pensaba en la cosa pública más que cuando había crisis. Hasta que los chicos anunciaban por las calles: "¡El extraordinario con la caída del Ministerio!", don Baltasar no se acordaba de que había Estado, ni gobierno, ni intereses públicos en el mundo. Y no era que no comprase todas las noches, al retirarse, su periódico. Pero no era por la política: era por las charadas, los acertijos, anagramas, etc., etc.
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Se metía en casa, y rodeado de su mujer y de sus tres hijos, dos varones y una hembra, pequeñuelos todavía, se entregaba a las dulzuras del hogar, de las zapatillas suizas, y de la sección amena de su periódico. No aborrecía el mundo, no era misántropo; pero no estaba a gusto más que entre los suyos, que eran su familia de que va hecho mérito, y unos cincuenta tiestos con flores, y veinte pájaros que tenía y cuidaba en un estrechísimo terrado, a que le daba derecho su cuarto piso con honores de guardilla. Era en la calle de Ferraz; desde aquella altura disfrutaba la vista de un panorama que le parecía asombroso, sobre todo por el silencio, por la soledad, por la luz esplendorosa y por el aire puro.
Allí no venía a interrumpirle en sus contemplaciones de anacoreta lego o de bramán sin cavilaciones más bicho que este o el otro gato, que se le quedaba mirando, tambiénperezoso, también soñador y amigo de aquella soledad de altura.
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Miajas bajaba al mundo pensando en sus flores, sus aves y sus hijos: se enfrascaba en los expedientes con la afición que le había dado el amor al cumplimiento exacto de su deber, y de todo lo demás  que le rodeaba allá abajo no se enteraba siquiera. Como donde él vivía de veras, con toda su alma, era en su cuarto piso , en su terrado principalmente, las calles, la oficina, los paseos todo le parecía metido en un pozo rastrero, ahogado.........
....... la impureza del aire de abajo era para Miajas una preocupación constante; creía deber la salud al aire puro de su refugio empingoroteado.
Cuando oía hablar de las prevaricaciones y manos puercas de muchos sujetos, algunos compañeros suyos, y pensaba con orgullo en su inmaculada honradez, en su probidad segura, achacaba la diferencia por asociación de ideas, o mejor de imágenes, a la impureza del aire que se respiraba allá abajo.
Se le figuraba que aquellas pobres gentes que casi nunca se codeaban con los gatos allá por las nubes, que no recibían, horas y horas, los soplos del aire puro, cerca del cielo, bajo torrentes de luz, en atmósfera transparente, se iban llenando de microbios morales que producían aquellas debilidades de conciencia, aquellas tristes caídas.
Pero en general, pensaba muy poco en esto. No le importaba lo que hacían los demás, y tampoco dedicaba mucho tiempo a recordar los propios méritos y servicios.
Así, que casi tenía olvidadas ciertas visitas que le habían hecho "illo tempore", en su humilde guardilla disimulada, ilustres personajes de la política y del foro.
Dos habían sido los señorones que habían venido a pedir algo al pobre Miajas a tales alturas.
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La oficina de Don Baltasar era muy importante porque en ella se despachaban asuntos de muchísimo dinero, y como, en último resultado , el que entendía y en realidad resolvía las árduas cuestiones de minas o cosa así de que se trataba era don Baltasar, y sólo él; los que entendían de veras la aguja de marcar querían  y procuraban tenerlo de su parte....
(aquí narra el autor dos intentos de soborno por parte de dos personas muy importantes...no las copio al pie de la letra por abreviar y no cansaros; de los cuales don Baltasar salió incorruptible, como siempre).
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El año de gracia 189...dos ricachos americanos que habían sacado de pila (habían sido padrinos de Bautismo) al hijo mayor Carlos y a la hija Pepilla... hicieron que el día de Reyes, muy tempranito, los chicos se encontraran en el terrado sendos juguetes  de todo lujo; él, un guerrero indomable, con todas las armas y galones que eran de ordenanza; ella, una casa puesta para un matrimonio de porcelana. Era una maravilla.
El entusiasmo de aquellos niños pobres, que otros años se contentaban con una caja de pinturas de peseta y una pepona de precio semejante, no tuvo límites...ni entrañas. A Marcelo, el hijo segundo, el más cariñoso, más aplicado y más metido porlos mimos de su padre, los Reyes... no le habían traído nada, porque nada era un cartucho de dulces que se encontró aliado de los soberbios juguetes. Pues bien, Pepilla y Carlos no tuvieron lástima, ni siquiera delicadeza, y delante de su hermano, sin padrino rico, ni pobre, porque lo había sido un su abuelo, ya difunto, hicieron alarde de su riqueza, de su suerte escandalosa, de su alegría insolente. 
Los niños son así, ya lo dijo Víctor Hugo pintando el tormento de un sapo. ¿Cómo a don Baltasar no se le ocurrió remediar aquella injusticia de la suerte?. 
No supo nada a tiempo. El encargado de dar la sorpresa fue un muchacho, que, con el mayor sigilo, de parte de los ricachos americanos, dejó de noche, con pretexto de una visita, en el terrado, los regalos aquellos con tarjetas en que se leía: "A Pepilla - Gaspar", y "A Carlitos - Melchor.
El cartucho de dulces de Marcelo era uno de los tres que su madre había comprado, porque aquel año el presupuesto de los Miajas andaba apuradísimo, y la noche anterior, la del 4 al 5, el matrimonio, con profunda tristeza, resignado, había resuelto, después de melancólica deliberación, que era una locura gastar aquel año en juguetes, por modestos que fueran, cuando no había apenas para garbanzos ni para remendar botas de los chicos.
Cuando don Baltasar, muy temprano, subió al terrado, y vió a sus hijos en torno del portentoso hallazgo y se enteró de todo, y contempló la alegría loca, salvaje de los egoístas agraciados, y después miró a Marcelo que, pálido, sonreía, con una mueca dolorosa, chupando la cinta azul de seda de su cartcho de dulces, sintió una angustia dolorosa en su alma, una especie de agonía de todo lo bueno que tenía su corazón puro, de pobre resignado.
"Aquello era lo mismo que una puñalada·. "Dios los perdonará, pero sus queridos compadres habían incurrido en una omisión grosera, de solterones sin delicadeza; muy ricos, espléndidos, pero no sabían lo que eran los hijos...".
"Aquellos juguetes finísimos, de príncipes, valían uno con otro, lo menos ...treinta duros...¡Virgen Santísima!". 
Pues con treinta reales hubieran podido Melchor y Gaspar hacer feliz a toda la familia...y ahora, ahora...él Miajas, estaba pasando por una amargura...pueril... que era inexplicable, por lo fuerte, por lo profunda.
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"Si hubiera sidoPepilla la desheredada, agrito pelado hubiera hecho constar la más enérgica protesta. Llanto y patadas por tres horas, lo menos. Carlos hubiera disputado a puñadas el odioso privilegio... Marcelo...sonreía, luchaba por vencerse, por disimular la tristeza, ¡y tenía ocho años! ¡Ángel de mi alma! Qué culpa tiene él de que su pobre abuelo se le haya muerto y de que yo...deba aún al panadero todo el pan que hemos comido en diciembre!.
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Miajas no sabía qué decir, ni qué hacer, ni siquiera cómo mirar a su hijo segundo, que se quedaba sin juguete. Marcelo se fue hacia su padre, se le metió entre las rodillas y empezó a acariciarse las mejillas frotando con ellas los raídos pantalones de su señor padre. Su papá era su juguete....así parecía pensar el niño consolándose.
Aquellas caricias de resignación monstruosa, resignación a los ocho años, exaltaron más la sensibilidad paterna.
Don Baltasar se creyó inspirado de repente...y exclamó con fingida alegría:
-Observo señores, que aquí falta un rey.
-¿Qué rey, qué rey?-gritaron Pepita y Carlos.
-Sí falta uno....Falta Baltasar que es el que trae el regalo de Marcelo...
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Don Baltasar se echó a la calle aturdido, como borracho por las emociones de amor, amargura, despecho y decisión violenta que le llenaban el alma... 

voy a saltarme algunas páginas, pues llegarán los Reyes y aún estaré escribiendo, pero, tranquila, que conocerás el desenlace, aunque yo hubiera preferido no conocerlo...¡son tan tristes los Cuentos de Navidad...
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Se paró, en la calle de la Montera, ante un escaparate de juguetes de lujo. Entre tantos juguetes de subido precio no vaciló un momento: lo que había de comprar a Marcelín era aquella plaza fuerte que estaba siendo la admiración de cuatro o cinco niños...
Y entró y compró la plaza fuerte...cuando Marcelín viera aquellas torres y murallas, se volvería loco; creería estar soñando...
Al ir apagar, don Baltasar sintió un nudo en la garganta.
-Déjenlo ahí apartado, yo enviaré  por el juguete y entonces traerán el dinero..., el precio...
"Ya no hay remedio -iba pensando-. El juguete es mío; el contrato es el contrato. hay que buscar el dinero de debajo de las piedras". 
Y se fue , como siempre a la oficina.
Había grandes apuros por causa de areglar asuntos que pedían del Ministerio despachados, y el director había dispuesto habilitar aquel día festivo.
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Cuando llegó aquel día ante la mesa  de su cargo, dispuesto a sacar el precio del juguete de debajo de las piedras, no soñaba con que había en  el mundo inmoralidad, empleados venales... Lo que él necesitaba eran diez duros.
No sabía que estaba sobre un volcán, rodeado de espías. Los pillos del negociado, que los había, estaban convertidos en Argos de la honradez que el director había decretado dando puñetazos sobre el pupitre.
Y el diablo hizo, no la Providencia, como pensó don Baltasar, que cierto contratista, interesado en un expediente que Miajas acababa de despachar, de modo favorable para aquel señor, se le acercara y fingiendo sigilo, dejase entre unos papeles algunos billetes de banco.
Los espías del director se habían guiñado  el ojo.
Don Baltasar en el primer momento no se dió cuenta de lo que acababa de de suceder.
Miajas vió el cielo abierto, atribuyó a la Providencia a quella oportunidad del diablo. En otra ocasión , sin escandalizar, con mucha humildad y modestia, hubiera devuelto al pillastre su dinero...Pero ahora...el juguete comprado...la promesa de traer al rey Baltasar aunque fuese de los pelos...y cierto profundo espíritu de rebelión...
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A la mañana siguiente, en el terrado de la casa de Miajas, su hijo segundo, Marcelo, encontró, con una tarjeta firmada por el rey Baltasar, el juguete pasmoso, la plaza fuerte que él había soñado.
Por la tarde, el rey Baltasar recibió la noticia de que estaba cesante. 
Por hacerle un favor no se le formaba expediente.
Justicia de enero.
No había perdido más que el pan y la honra.  
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A qué es tristísimo. Creo que este va a ser el último cuento de Navidad que te ofrezca. Parece un mal final de fiestas.
Busqué entre los Cuentos de Navidad de Dickens, algo más alegre; en una antología que se publicó en 2012, con motivo del bicentenario de su nacimiento...pero no, no me atreví...
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Y como una no puede dejar de ser logopeda; te diré que estos autores (Azorín , Dickens, Leopoldo Alas ...) son ideales para enseñar labiolectura a pacientes adultos, además de gustarles desde el punto de vista literario, su argumento suele dar lugar a conversaciones interesantes.
¡Probad!
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