domingo, 27 de mayo de 2018

IRLANDA EN EL CORAZÓN

Irlanda...
Galicia...


Tierras pobladas por celtas.
Tierras verdes, preciosas.
Tierras llenas de leyendas...porque: "yo no creo en las meigas, pero haberlas hailas".
***
 Hemos estado en Irlanda y nos hemos traído los ojos llenos del color preferido por Dios.
Como me los traje de Almería llenos de agua de mar.
Y como los tengo en Valencia llenos de luz.
****

Os hablaré de todo lo que he visto.
Os enseñaré fotos, porque "una imagen vale más que mil palabras".
Pero todo poco a poco.

Hoy empezaré contándoos una leyenda:

-el SALMÓN de la SABIDURÍA-

" Hace mucho tiempo vivió un niño llamado Fionn que quería saberlo todo absolutamente todo.  

Su madre acabó cansándose de responder a sus preguntas, así que lo mandó a vivir con dos sabias.

Las dos mujeres enseñaron a Fionn muchísimas cosas.
Pero llegó el día en el que ellas también se cansaron de responder a sus preguntas y lo mandaron a vivir con el hombre más sabio de toda Irlanda, su nombre era Finnegas.

Pero incluso Finnegas no lo sabía absolutamente todo, y hasta él se cansó de responder a las preguntas de Fionn.
-¿Cómo podría aprenderlo todo?- preguntó Fionn-. ¿Saber todo lo que se puede saber en el mundo?.
-Yo no pienso decírtelo- le contestó le contestó Finnegas-
             (Finnegas tenía un secreto)

Fionn hacía todos los trabajos de la casa para Finnegas.
No le gustaba cocinar ni limpiar, pero sin embargo le encantaba cazar y pescar.
El sabio le mandaba muchas veces a pescar en un remanso del río Boyne.
A Fionn este sitio le gustaba mucho porque se podía sentar a la sombra de un enorme y viejo avellano y observar como las avellanas caían del árbol y se iban navegando río abajo.
Algunas veces un hermoso salmón plateado salía de las profundidades del remanso para engullir una avellana.




Un día, Fionn pescó el salmón.
Cuando Finnegas vió el pez, se puso muy nervioso...
-Prepáralo ahora mismo -dijo-, y no se te ocurra comer ni la migaja más pequeña. Este pescado es todo para mí.
Fionn pensó que esto era bastante injusto.
El  salmón era enorme, y él había sido quien lo había pescado.
Pero Finnegas era su maestro y era el que mandaba, así que haría lo que él le ordenó.

Fionn encendió el fuego y asó el salmón. Aunque el olor era exquisito, no probó ni una pizca; pero cuando estaba  retirando el salmón del fuego se quemó el pulgar con la piel churruscada del pez.
Para no sentir tanto el dolor de la quemadura se metió el dedo en la boca y lo chupó. Luego le llevó el pescado a Finnegas.

-¿No habrás comido nada? -preguntó Finnegas con sospecha; su voz, más aguda que de costumbre, sonaba ansiosa.
-¡No, claro que no! -dijo Fionn.
-¿No se te habrá ocurrido probar ni la piel? -dijo Finnegas.

Fionn iba a volver a responder con otro rotundo NO, pero de repente se acordó.

-Bueno, me quemé el dedo gordo con la piel del samón, así que me lo metí en la boca -dijo- Pero no comí nada.

Finnegas estaba enfurecido.

-¡Ahora la tienes!. ¡Eres tú el que la tienes!. ¡Tú eres ahora el que tienes la sabiduría! -dijo gritando.
-¿Qué? -dijo Fionn- ¿De qué me está hablando?.
-Ese es el salmón de la sabiduría -dijo Finnegas-. Ese pez ha comido los frutos del avellano milenario que contiene toda la sabiduría que existe en el mundo. ¡La primera persona que pruebe el salmón conseguirá el conocimiento absoluto!.

Fionn estaba asombrado.

-Pero usted se puede comer el resto -dijo, sintiéndose culpable.
-Ya da igual -replicó Finnegas-. Ahora no es más que un estúpido pez igual que cualquier otro pez. Ahora todo el conocimiento ya está dentro de ti.
-Yo creo que no. no me siento distinto -dijo Fionn-.
-¿Cual es el dedo que te quemaste? -preguntó Finnegas.
-El pulgar.
-Métetelo en la boca.

Fionn se miró el dedo pulgar de la mano y luego, despacio, se lo metió en la boca. 
Tan pronto como lo hizo, sintió todo el conocimiento que había en el mundo entrándole en la cabeza.
No tenía más que pensar en una pregunta (cualquier pregunta), para conocer la respuesta inmediatamente.
***
Cuando Fionn creció, se convirtió en un gran guerrero y un buen cazador.
Además fue el líder sabio del mejor grupo de guerreros que ha habido en Irlanda: los  Fianna.

Cuando necesitaba saber algo, fuese lo que fuese, sólo tenía que meterse el dedo pulgar en la boca y morderlo.

Y así fue como nunca jamás tuvo que volver a preguntar nada a nadie.

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